Lugar: El océano que separa el Mar de la Muerte de Raabe.
Aventureros: Gaul, Niebla, Holtgard, y aquel conocido como Jarril.
En el mismo destartalado barco mercante en el que llegaron, embarcan de nuevo para retornar a sus hogares. Comenzaron la travesía siguiendo a los dos barcos corsarios que encontraron en la isla, a los que pronto perdieron de vista.
Las primeras inquietudes, aparecen nada más dejar atras la misteriosa niebla que envuelve el siniestro lugar, Jarril se percata de que un enorme ser alado abandona la isla, saliendo de la niebla para adentrarse entre las nubes que cubren el cielo.
El segundo día una vela apareció en el horizonte, suceso que generó gran espectación, pues con el paso del tiempo fueron dandose cuenta que ésta nueva embarcación les seguía. Gracias a ese poderos artefacto que el el Ojo de Dragón, pudieron ver que el barco perseguidor era tripulado por cuatro marinos y que a bordo llevaba además un contingente de cinco mercenarios.
El tercer día fue un juego constante con el otro barco, que pese a los intentos de nuestros heroes conseguía mantener la distancia. Incluso pudieron percatarse, que al igual que Niebla, uno de los mercenarios del otro barco, era capaz de ver a traves del oscuro manto de la noche.
El cuarto día, el amanecer trajo consigo una escena impresionante, uno de los barcos corsarios que abandonaron el mar de la muerte, concretamente el Orca, se encontraba a la deriva, con sus velas rasgadas por misteriosas garras. Junto a el, flotaban los restos del otro barco corsario, el Destino. Nuestros curiosos amigos, se acercaron al barco, hasta juntar las bordas, para investigar que había sucedido. Un rápido vistazo daba muestras de que una encarnizada batalla se había librado a bordo, pues los restos de sangre y visceras así lo indicaban, los restos también indicaban que en algún tipo de ritual macabro, todos los cadáveres que no cayeron al mar, fueron arrojados a la enorme bodega del buque.
Observando cuidadosamente, descubrieron huellas no humanas en lo sucedido en el barco, más de un Kraan habían atacado el barco, y algo más que probablemente los montaban. Sea lo que fuere, había acabado con la tripulación de dos barcos, más de 60 hombres en total, probablemente amparados en la oscuridad de la noche.
Al observar en el interior de la bodega donde decenas de hombres muertos se apilaban unos sobre otros, no pudieron dejar de ver, un enorme cofre en el centro.
Gaul, Holtgard y Jarril, decidieron bajar a la bodega y examinar de cerca el cofre. Holtgard se quedó en la sección de camarotes, mientras Gaul y Jarril bajaban hasta el estómago del buque donde apartando los cadáveres, llegaron hasta el cofre. Con extremo cuidado previendo una trampa, abrieron el cofre, y en su interior solo había un fragmento de una especie de cuarzo verdoso, que misteriosamente comenzó a iluminarse con un extraño fulgor verde.
Gaul, ya había visto esto con anterioridad, en una isla camino de Misos....
En pocos segundos, los muertos de la bodega comenzaron a moverse y a buscar a los vivos, el fulgor de la piedra pareció contagiarse entre todos los cadáveres, pues sus ojos y el interior de sus bocas comenzaron a brillar de manera similar. Sus manos muertas se alzaron en busca de nuestros heroes, intentando acabar con ellos para que pasaran a formar parte de el espiritu de la piedra verde.
Arriba Holtgard, intentó bajar a ayudar, pero algunos cadaveres, subían ya por la escalera, teniendo que emprenderla a mandoblazos con ellos.
Abajo, Gaul y Jarril intentaron huir, pero cuando vieron que era imposible, cambiaron de estrategia, volvieron a base de espadazos, hasta el cofre. Jarril pareceía sorprendido de descubrir que era bastante diestro con la espada, pues pese a su mutilada pierna, conseguía defenderse de los empellones de los zombies. Gaul golpeó, con diestro golpe, la piedra verde, que milagrosamente había crecido de tamaño, rompiendola en varios pedazos. En ese momento, los zombies perdieron la fuerza que les animaba, cayendo de nuevo al suelo como muñecos carentes de vida. Tras el suspiro de alivio, volvió el terror al comprobar que los trozos de piedra, comenzaron de nuevo a brillar, de una patada cerraron el cofre, y miraron espectantes a su alrededor, donde nada se movía.
Pasado el susto inicial, fueron tirando todos los cadáveres al mar, y tras cerrar el cofre y rellenarlo bien de arena, lo arrojaron también al fondo marino. Abandonaron el barco y siguieron camino, sin olvidar en ningún momento que otro barco observaba sus acciones desde la distancia...
El día pasó sin contratiempos, pero esa misma noche, durante la segunda guardia, unos siniestros aleteos vaticinaban la desgracia, pero nuestros heroes, lejos de amedrentarse, se prepararon para el combate. Aprovecharon varios de los artefactos que tenían para poder ver a traves de las tinieblas de la noche. Y efectivamente cuatro Kraans, se aproximaban al barco, tres de ellos montados por criaturas de siniestro aspecto que empuñaban lanzas (Drakkarim), y una cuarta con un ser encapuchado. En la primera pasada, Gaul consiguió destrozar el ala de una de ellas, cayendo ésta al mar junto con su jinete, Niebla logró alcanzar a otro de los jinetes con una saeta envenenada lanzada desde su ballesta, el resto de criaturas pasaron sin lograr alcanzar a

Con el ojo de Dragón, Jarril persiguió a la criatura, hasta que casi tres horas después sus fuerzas se desvanecieron, dejandola cuando sobrevolaba la cordillera de la Espina, en dirección al gran bosque.
Durante el resto de la noche, se arreglaron los desperfectos en las velas, y se continuó la marcha.
Ya avanzado el siguiente día aparecieron en el horizonte las velas de un buque de la armada Imperial, que estableció rumbo de interceptación con el barco de nuestros amigos, que comenzaron los preparativos para recibir a tan insignes invitados. Esconder los dineros, y los objetos susceptibles de ser incautados en nombre del Imperio.
(continuara....)