09 febrero 2007

Mentiras sobre mentiras, y III.

Halgón pidió a Yoren, Bardo y Ambrosius que fueran tras ella para pedirla que le sucediera a su muerte.

And now...

Mentiras sobre mentiras, y III.

Cogieron tres caballos bárbaros de las cuadras de Halgón y partieron por el camino del monte a todo galope seguidos por los perros de Bardo. Al caer la tarde del segundo día divisaron un a gran cerro al que los valbar denominan Montdecorbo el monte del cuevo. Subieron a él. Allí encontraron una especie de túmulo funerario sobre el que había una pira de madera y brezo preparada en una especie de altar cilíndrico. El puesto era defendible, pero obvio así que retrocedieron sobre sus pasos y acamparon a sotavento del monte. Al alba se percataron de que la pira había sido encendida, volvieron a arriba pero no había nadie.

Investigaron y descubrieron una roca que debía de hacer puerta, con la ayuda de los caballos la desencajaron con suficiente cuidado como para no romperla. Dentro una nave ovoide llena de nichos en los que descansaban los restos de lo que parecían eran personalidades de la tribu cuervo. Todo estaba impregnado de una sustancia blanca de nauseabundo olor, en el centro sobre un altar con forma de bandeja un cuerpo cubierto completamente con este polvo blanco. La temperatura aumentaba rápidamente la roca crugía y el viento silbaba palabras que aturdían y llenaban el corazón de temor, una sensación que se te metía en los pulmones y notabas como te iba ahogando.

Al cabo de un minuto uno de los perros de Bardo empezó a vomitar, la sensación se extendió a todos los que estaban dentro y decidieron salir, Bardo se quedó un momento más y recogió algo de ese polvo, sin embargo el fuerte calor creciente y las nauseas no le dejaron mantenerse mucho más tiempo dentro.

Salieron fuera en intentaron encajar de nuevo la roca, con éxito limitado, no sólo era clara la manipulación de aquel santuario si no que además no cerraba herméticamente y nauseabundos vapores amarillos emanaban por los acoples.

De repente oyen gritar a Ambrosius, un grupo de unos 6 jinetes fuertemente armados se aproxima desde la cabeza del valle al galope. A su vez desde la base noroeste del monte corren hacia ellos la niña y el viejo que persiguió Bardo la noche anterior.

Inmediatamente Yoren, Bardo y Ambrosius montan para interceptar a la pareja, que parece que no ha sido vista por los jinetes. Los dos grupos se cruzan a escasos 300 pasos el uno subiendo y el otro bajando. Se detienen frente a los dos fugitivos, la chica intenta desesperadamente alcanzar a los jinetes, apedrea, insulta, escupe, araña a los que la intentan detener. Ambrosius la intenta calmar, contarle que su padre natural sabe quién es y que ella heredará su hacienda si vuelve con ellos. Ella no escucha y sólo para cuando cae rendida entre llantos.

Sin embargo las palabras de Ambrosius han conmovido no el corazón, si no la avaricia del viejo, que de repente deja su actitud retadora e intenta convencer a la chiquilla.

Yoren interrumpe – los jinetes ya habrán llegado arriba y si no les gusta lo que encuentren más nos vale estar protegidos.

Rodean la montaña hasta encontrar un grupo rocoso fácil de defender incluso si es atacado desde arriba. Los jinetes bajan, increpan, sopesan, miden las fuerzas de nuestro grupo, saben que el acero imperial corta sus falcatas como mantequilla, y que las ballestas son mucho más efectivas que sus arcos. Se retiran hacia la cima.

Empieza a bajar el sol, bardo percibe que están siendo espiados e intenta sorprender al intruso. Mientras frente al fuego el viejo empieza a hablar con Ambrosius, su nombre no es Rael, si no Lembar, y él es el que asesino a la madre de Coria, su acompañante. El no sabía que allí estaba el hijo de Turgón, él se revolvió y tuvo que matarlo, eso son gajes del oficio, pero lo que no sabía es que había una niña. No pudo matarla a ella también, ocultó su existencia y se la dio a su hermana para que la cuidara.

Tras ser detenido y juzgado partió para galeras, el grupo de legionarios que lo llevaban y que habían servido bajo las órdenes de Halgón lo liberaron y le dieron una gran suma de dinero que el corrió a disfrutar en Saro. Se rodeó de lujos hasta que la ciudad fue arrasada. Tras esto, viejo, enfermo por los excesos y sin dinero, volvió a su pueblo, donde ya nadie lo recordaría. Pero allí estaba Coria, con los mismos ojos, que su madre y a adustez de la mirada de Halgón. El resto ya era conocido por todos.

Mientras Bardo asedió al espía hasta que este se retiró viendo que las habilidades del sariano eran muy superiores a las suyas. Le siguió hasta el campamento cuervo en la cima y se convirtió él en espía. Vio como sólo dejaban sólo un guardia y se acostaban todos alrededor del fuego y rodeados a su vez por los caballos.

Una vez que vio que parecían dormirse volvió a su campamento. ¿Qué debían hacer? Según Rael (Lembar) los cuervos consideran que la profanación es el peor de los delitos y seguramente los atacarán en cuanto que puedan, son listos y tremendamente tramposos. Yoren analiza las posibilidades tácticas.

- Si se marchan de noche pueden alcanzarles en campo abierto y en ese caso estaríamos muertos frente a las largas lanzas bárbaras. Y evidentemente si no han atacado ya es porque están esperando a que abandonemos esta posición y darnos caza. Entonces… Atacaremos nosotros.

Cuando la noche se cierra del todo y la tierra empieza a perder su calor nuestros amigos ya estaban al otro lado del túmulo escuchando los ronquidos del grupo de bárbaros. Bardo se propuso trepar por encima del túmulo y caer sobre el centinela mientras los otros dos rodeaban el túmulo por el sur y caían sobre el grupo. Con un poco de suerte, cuando el grupo bárbaro estuviera de pié la ventaja numérica habría desaparecido.

Bardo se acercó lentamente al guardia deslizándose por la cúpula del Talasod (como llama Lembar al túmulo) a dos pasos casi le estalla en corazón cuando uno de los que está tumbado pega uno de esos enormes ronquidos posteriores a una apnea del sueño seguido de una interjección ensoñada. Respira. Se acerca. Y en un instante… su cuchillo está en el cuello del guardia… pero algo va mal el guardia abre los ojos y gira… Sabían que estaban allí, de golpe todos los bárbaros se levantan con sus armas empuñadas, era una especie de trampa.

Aún así su cuchillo rasga el cuello del guardia produciendo un feo corte pero no mortal. El más cercano, todavía de rodillas ataca a la pierna de bardo produciéndole un corte mucho más feo del que empieza salir sangre a borbotones. El guardia se gira para huir y se da de cara con Ambrosius que le asesta un golpe mortal con su lanza, 5. Yoren le flanquea y carga contra uno de los que se levanta proyectándolo al suelo. Sigue corriendo y al pasar al lado de otro le da un mandoble forzado que impacta en el brazo del arma dejándosela inútil, 4. Bardo retrepa sobre la pared y saca su arco. Ambrosius remata al derribado por Yoren, 3. Una flecha de Bardo da en la pierna de su primer atacante mientras su cuñado entra en batalla con uno de los que ya se ha levantado unos segundos más tarde dos heridos huían con heridas que no llegarían al alba y cuatro cadáveres yacían en el suelo.

Sin embargo la pierna de Bardo no deja de sangrar y sus fuerzas empiezan a desaparecer…

05 febrero 2007

Mentiras sobre mentiras, II

Previously in Farmer's Chronicles...
Desde la hospedería nuestros amigos vigilan la casa hasta que ven como una ventana se abre y deja caer un trozo de lienzo. Corren a recogerlo y encuentran un dibujo de un pozo en él. Con mucha precaución vigilaron el pozo norte de la ciudad hasta que apareció una figura femenina. Ilma, la cocinera.
And now...

Mentiras sobre mentiras, II

Allí Ilma contó a Yoren que hace 16 años se dio una situación parecida cuando Halgón violó a una campesina y que terminó faltal cuando uno de los trabajadores de Halgón, el cuñado de Alf mató a la supuesta campesina (que resultó la hija de un cacique cuervo) y a su amante que era hijo de otro de los hombres principales de Vornost. En ese tiempo el cuñado de Alf era el capataz de Halgón y pese a la intercesión de éste fue condenado a galeras.

Pasó la fría noche a la que siguió una fría mañana en la que nuestros amigos se encaminaron a casa de Halcón pero no pudieron hablar con él ya que al parecer le había dado un ataque al amanecer y permanecía inconsciente al cuidado del médico. Bajaron al pueblo a investigar el ganado, sin embargo lo que se encontraron allí fue una recepción bastante agresiva por parte de Alf y sus hombres. Los momentos de tensión no llegaron a más ya que una llamada advirtió de la apertura del mercado de ganado en la plaza de la posada.

De camino un viejo amarillento y acartonado de nombre Rael se puso a hablar con ellos amigablemente, sobre el comportamiento de Alf y les comentó que estaba alterado porque su hija de 16 años se había escapado de casa.

En el mercado disfrutaron de una gran hoguera y de la carne de un Yuk asado mientras bardo aprendía a tocar con su laúd algunos cánticos Valbar (traducidos por Rael) llamándole en especial la canción de Anselmo, el Vor que fue depuesto cuando entraron los imperiales en el Alcázar.

Al parecer el viejo Vor mandó a estudiar a su hijo Anselmo con los clanes del otro lado de la espina y cuando este volvió intentó convertir a su pueblo a la unidad para que dejaran su culto a los espíritus del Fungus y al Troll los dos ríos que se unen al Limo en este punto hubo una rebelión y los “principales” entraron a gobernar el alcázar.

Bardo siguió la canción sin embargo cuando llega la canción a la segunda parte se hacía más difícil de entender y cuando intentó preguntar a Rael, éste no estaba y además nadie sabía quien era ni de dónde había salido.

A la vuelta a la ciudad Aurelius vió a Ilma salir al campo con un saco y decidió seguirla para ver a donde iba. La búsqueda fue infructuosa.

Mientras Bardo y Yoren fueron a visitar al vecino de Halgón, Turgón. En el encontraron a un exlegionario malregentando un negocio de cueros, alcoholizado y cuidado tan solo por la caridad de las hijas del panadero. Desde el principio congeniaron con el y compartieron bebida y confidencias, enterándose de que el amante de la causante de los primeros ataques a Halgón hace 15 años era su hijo. Al poco tiempo su mujer murió de pena y desde entonces el vive sumido en la tristeza sólo amparado por el alcohol.

También descubren que existe una puerta entre los almacenes de Halgón, y Turgón, de la que ya nadie guarda llave. A la salida se produce un curioso encuentro entre Aurelius, Ilma (a la que perseguia), Tulia (la hija del panadero, Bardo y Yorél… Algo no casa… la situación es incómoda, sin embargo todos se van hacia sus distintos quehaceres… Al cabo de un rato Aurelius reflexiona “fue a por manzanilla fresca y aparece con un saco de manzanilla seca”.

En cuanto que pueden registran el saco de manzanilla pero no encuentran nada. Esa noche deciden dormir todos dentro de la casa y no en la hospedería.

Yoren al servirle la cena el hijo de Ilma se da cuenta de que aunque sus dos padres son muy rubios el niño tiene un pelo negro como el carbón…

Algo no le casa, decide dormir a la puerta de Halgón, pero antes pasan por la taberna a hablar con Mutfast sobra la hija de Alf. Éste les dijo que hace unos días había venido un pariente rico y viejo de Alf, o eso habían dicho el caso es que es posible que la quisiesen casar con él porque ella y por eso se hubiese fugado.

Por la noche oyen que alguien deambula por la cocina a oscuras y abre la ventana (la misma por la que les mandaron el mensaje del pozo) Yorel baja a ver pero la persona ya ha huido, Bardo salta por la ventana del piso bajo para llegar hasta donde les dejaron el mensaje, pero allí sólo ve un charco y un rastro húmedo que va hasta el quiosco de la entrada sur. En el pequeño embalse el agua está removida y sin pensarlo se tira a las frías aguas… allí descubre un pasadizo que llega hasta el abrevadero de reses de la zona de pastos fuera del alcázar, donde tuvieron el altercado con Alf.

A lo lejos bajo la luz de la luna ve como dos figuras se alejan por el camino del norte. Los sigue hasta el amanecer y entonces se percatan de que son perseguidos y se desvían hacia el acantilado, tras una colina parecen desaparecer, los busca, sabe que están escondidos y le están esperando… allí descubre lo hacia donde ellos se habían dirigido, un refugio de monte escavado en la colina lleno de hierbas secando y ungüentos en frascos. Bardo coge un par de muestras y vuelve para la ciudad.

Al llegar cuentan a Halgón lo pasado mientras Ilma le sirve el desayuno, se dan cuenta de que ella les está espiando, la retienen y la interrogan, ella confiesa, el viejo pariente de Alf no es otro que su cuñado que no fue condenado a galeras, si no que todo fue una farsa y se ha pasado los últimos 15 años despilfarrando el dinero que le dio Halgón para que desapareciera. Viejo y sifilítico ha vuelto a su lugar de origen para decirle a Jara, la hija de Alf, la verdad, ella en realidad es el fruto de la violación de Halgón a Mara la hija de un cacique cuervo que se había fugado y vivía amancebada con el hijo de Turgón, el curtidor.

Desde bien pequeña la lavaban el pelo con manzanilla, para que su color negro se convirtiera en rubio y pareciera Valbar… al igual que Ilma. Por eso cuando la dijeron que ella en realidad era cuervo recurrió a Ilma y la usó para desarrollar su venganza, aunque ésta intentó disuadirla.

En un momento de sorpresa de todos Steya se acercó a Halgón y le dijo con increíble lucidez, “siempre pensé que ella gestionaría mejor nuestras propiedades que el resto de tus hijos”…

Tras esto Halgón pidió a Yoren, Bardo y Ambrosius que fueran tras ella para pedirla que le sucediera a su muerte.

02 febrero 2007

Mentiras sobre mentiras, I.

Hacía ya una semana que Yóren había salido del hospital y había empezado a desentumecer su pierna dando largos paseos. Al amanecer recorría los campos de cultivo en la otra orilla del río con su hijo, su cuñado y dos cachorros ya crecidos de perro de campo que le habían regalado a Bardo con el ánimo de que sirvieran de centinelas en la granja.

Cuando el Sargento consideró que podía volver a intentar localizar un buen lugar para construir su granja. Esa mañana madrugó para su paseo matutino y a la vuelta se dirigió a las dependencias de la legión a hablar con Morgalad sobre la futura ubicación de la granja.

Al llegar les sorprendió que el legionario de guardia les recibiera con “Pasen les está esperando”. Al parecer Morgalad al saber de su recuperación les había mandado llamar.

Lo encontraron sumido en profundas cavilaciones guiadas por las montañas de legajos que cubrían su mesa.

“Bienvenidos, tomad asiento” dijo con clara satisfacción al poder dejar por un momento el problema sobre el que estaba trabajando. “Gracias por venir tan raudos”. Yoren y Bardo se miraron sin añadir ni un sonido a la imprevista y afortunada confusión. “Me enteré de vuestro desafortunado encuentro con los giaks, me alegro de ver que estás completamente recuperado”. Hizo una reflexiva pausa y continuó.

“Creo que hay un asunto que puede interesaros, un buen amigo tiene un problema y me ha pedido gente capaz, sentada y de confianza que le ayude a arreglarlo.” La cara de Yoren le sugirió que no sería conveniente que los considerara como a unos vulgares “soldados de fortuna”. – No me malinterpretéis, sé que estáis buscando un buen lugar en el que situar vuestra granja y ésta persona estaría dispuesta a intercambiar hectáreas con vosotros una a una, en el lugar que vosotros eligierais.

El gesto de Bardo cambió de confuso y precavido a jovial y receptivo mientras Yoren se acomodaba un poco más tranquilo en su butaca mientras esputaba un parco –Cuenta…

- Mi amigo es un excenturión de la octava legión cuya licencia coincidió con la caída del Señor de Vornost y que junto con otros compañeros supieron sacar ventaja tomando para ellos sus tierras y fortaleza. En el último mes está sufriendo extraños sabotajes e intimidaciones por lo que me ha pedido gente cabal y despierta, pero sobretodo discreta y de confianza. ¿Os interesa? – dijo el viejo sargento mientras jugaba con un despacho con un gran sello de lacre abierto.

Yoren miró a su cuñado, el cual asintió con gesto seguro. Y contestó – Cómo se llama y cuando nos espera-.

- Halgón, y podeis os recomiendo salir mañana mismo antes del Alba, el camino a Vornost os consumirá toda la jornada. Afirmó Morgalad mientras les entregaba el despacho. Los dos cuñados se levantaron despidiéndose con una inclinación de cabeza mientras el soldado se llevaba la mano al pecho como saludan los militares.

Durante el resto del día se dedicaron a los preparativos del viaje. El otoño parecía que se había vuelto algo más benévolo, pero en las tierras altas el clima cambia con facilidad así que prefirieron pertrecharse adecuadamente.

Antes de que saliera el sol ya estaban de camino Bardo, Yóren y los dos perros. Siguieron la vereda del río tal y cómo les habían dicho, ya desde medio día se divisaba a lo lejos el Alcázar del Vor, y la imponente escalinata que unía el valle con el páramo. Caía la noche cuando exhaustos llegaron al pueblo que rodea la fortaleza… Sorprendidos se dieron cuenta de que sus pobladores eran todos bárbaros de rubio pelo, desgarbado andar y voz gutural. Bardo se acercó a uno y le preguntó sin saber muy bien si le entendería -¿Halgón? – El enorme bárbaro respondió simplemente señalando la fortaleza.

Cuando llegaron a la puerta la guardia estaba cerrando las puertas, simplemente con enseñar el sello del despacho les indicaron que la casa del comerciante de lanas estaba al final de la calle principal al lado de la otra puerta.

Llamaron a la ornamentada puerta de caoba y al rato apareció una anciana – Venimos a ver a Halgón,- dijo Yóren mostrando el sello del despacho. La anciana miró el cinto del exlegionario y dijo- Pues tendréis que esperar – utilizando una expresión muy típica de los Sarianos. Apenas un par de minutos después volvió a abrir esta vez acompañada de un enorme bárbaro que llevaba a medio poner una ridícula cota de anillos acompañada de una mucho más imponente espada de las que en el norte llaman “tullidas” ya que las suenen hacer a partir de mandobles rotos ya que no conocen cómo soldar el hierro.

Les hicieron acompañarlos hasta el primer piso en el que en una gran sala que hacía las veces de cocina, comedor y despensa un grupo de comensales con aspecto de ser los trabajadores más allegados del señor se disponían a cenar. El mejor vestido de todos se acercó y les dijo -Hola, soy Érgon albacea del señor Halgón.

Érgon les explicó que el señor estaba sufriendo una serie de desgraciados actos de sabotaje que le habían hecho perder la salud. Que estaba muy mayor y que deberían esperar al día siguiente. Del piso de arriba se oyó una voz cascada y cansada que insultó a Ergon y le instó a que subieran los recién llegados.

Halgón parecía un viejo consumido por sus propias malas acciones, mezclaba delirios y corduras hablando de cómo desde hace tres semanas aparecen las criadillas de un Yuk de su propia manada desangrado en su almohada cada pocos días.

Mucho menos lúcida parecía su mujer Steya que no paraba de hablar de sus hijos en Saro y de hacer tisanas para todo el mundo (las quisiese o no)…

Tras esto Cena en la cocina conocen a Alf el callado y rubísimo capataz Valbar y a Mutfast un dicharachero mestizo que les cuenta que los cuervo tenían una especie de brujas que hechizaban a sus enemigos con sortilegios de este tipo justo antes de recibir una patada por debajo de la mesa de Alf, y recibir una regañina tras la cortina de la cocina por parte de Imal, la rubia y vetusta cocinera que hace que toda la casa huela a buenos guisos y especias frescas.

No obstante les cita para seguir hablando con ellos tras la cena en la taberna verde, allí es donde se encuentran con Aurelius un estrafalario personaje con ropas de vaquero en vivos colores que afirma ser experto en eliminar a las alimañas que matan el ganado y que ha sido también contratado por Halgón.

Desde la hospedería nuestros amigos vigilan la casa hasta que ven como una ventana se abre y deja caer un trozo de lienzo. Corren a recogerlo y encuentran un dibujo de un pozo en él. Con mucha precaución vigilaron el pozo norte de la ciudad hasta que apareció una figura femenina. Ilma, la cocinera.